Todavía no tengo claro a donde van o de donde vienen aquellos que nacen y mueren. Tampoco el por qué de tomarse tan arduas molestias en construir semejantes casas viviendo en un mundo tan efímero como este, donde dueño y morada rivalizan en impermanencia. Ambos perecerán, recordándonos a las campanillas que florecen en el rocío de la mañana, pero que se marchitan cuando aparece el sol. Algunas pueden incluso marchitarse antes de que el rocío desaparezca, pero ni siquiera el rocío sobrevivirá al día. Kamo no Chomei (1155-1216) Notas desde mi cabaña de monje.