Me niego a someterme al miedo que me despoja de la alegría de mi libertad, que no me deja correr ningún riesgo, que me torna pequeño y mezquino, que me ata, que no me deja ser directo y franco, que me atormenta, que ocupa negativamente mi imaginación, que siempre pinta visiones sombrías. Sin embargo, no quiero levantar trincheras por miedo al miedo. Yo quiero vivir y no quiero encerrarme. No quiero ser amigable por miedo de ser sincero. Quiero pisar con firmeza porque estoy seguro y no para cubrir mi miedo. Y cuando me callo, quiero hacerlo por amor y no por temor a las consecuencias de mis palabras. No quiero creer en algo sólo por el temor de no creer. No quiero filosofar por el miedo a que algo pueda tocarme de cerca. No quiero doblegarme solo porque tengo miedo de no ser amable. No quiero imponer algo a los otros por miedo a que puedan imponerme algo a mí. Por miedo a cometer errores, no quiero tornarme inactivo. No quiero huir hacia lo viejo, lo inaceptable por temor a no sentir