El cuenco roto.
He aquí una famosa historia concerniente al maestro rinzai Ikkiyu que vivio hace alrededor de tres o cuatro siglos.
Ikkiyu era entonces un joven monje en un templo zen en el que vivía tambien su hermano; un día, este ultimo dejó caer un cuenco utilizado en la ceremonia del té, y se rompió; este cuenco era tanto más precioso cuanto que había sido ofrecido por el emperador. El superior del templo le riño severamente, lo cual hizo llorar al pequeño monje.
Pero Ikkiyu le dijo que no se inquietara. Reunió los trozos de cerámica, los puso en las mangas de su kolomo y se fue a descansar al jardín del templo, esperando tranquilamente a que el maestro volviera. En el momento en el que le vio, fue a su encuentro y le propuso un mondo :
Maestro, los hombres nacidos en este mundo ¿mueren o no mueren?
Sin lugar a dudas mueren -repondió el maestro-. El mismo Budha murió.
Comprendo -dijo Ikkiyu- pero en lo que concierne a las demás existencias, los minerales o los objetos ¿están destinados a morir?
Desde luego -respondió el maestro-. Todas las cosas que tienen forma deben morir necesariamente, cuando les llega el momento.
Comprendo -dijo Ikkiyu-. En suma, como todo es perecedero, no se debería llorar ní lamentar lo que ya no es, ni enfadarse contra el destino...
¡No, desde luego! ¿A donde quieres llegar? -preguntó el maestro-.
Entonces Ikkiyu sacó de las mangas de su kolomo los restos del cuenco y se los presentó a su maestro.
Este se quedó con la boca abierta.
Tomado de: El cuenco y el bastón - Maestro Taïsen Deshimaru.
Vision Zen - Edicomunicación,S.A. Barcelona.
Todo es perecedero, entonces? q. necesidad tenemos de acaparar y acaparar , además todo es de todos
ResponderEliminarbonita historia, la q. nos traes
un abrazo