El estado de Washington, al noroeste de Estados Unidos, fue la patria de los Dewamish, un pueblo que, como todos los indios, se consideraba una parte de la Naturaleza, la respetaba y la veneraba, y desde generaciones vivía con ella en armonía. En el año 1855 el decimocuarto Presidente de los Estados Unidos, el demócrata Flanklin Pierce, les propuso a los Dewamish comprar sus tierras. Los Dewamish no entendieron esto. ¿Como se podía comprar y vender la Tierra? A su parecer el hombre no puede poseer la Tierra, así como tampoco puede ser dueño del Cielo, del frescor del aire, del brillo del agua. El Jefe Seattle, el Gran Jefe de los Dewamish, dio la respuesta, a la petición del Gran Jefe de los blancos, con un discurso cuya sabiduría, critica y prudente esperanza, incluso hoy, casi 150 años después, nos asombra y admira. "Mis palabras son como las estrellas, nunca se extinguen", dijo el Gran Jefe Seattle. Su pueblo no ha sobrevivido, sus palabras no se escucharon. Escucharemos a