Guen-mai.
En los templos zen, después de la primera meditación matinal, un gong metálico anuncia que el desayuno está listo. Los monjes –cabeza afeitada, quimono negro– se apresuran hacia el comedor comunitario, donde les espera la guen-mai dispuesta encima de largas mesas de madera. En silencio, apuran el contenido del cuenco, absolutamente vivificador tras dos horas de meditación en ayunas. La ceremonia concluye con un sorbo de té y un cántico de gratitud universal.
Desde luego, no es imprescindible ser monje zen para experimentar las bondades de un bálsamo como éste. A cualquier hora del día, en cualquier rincón del planeta, un tazón de guen-mai nos reconcilia con la vida. La receta, de una sencillez exquisita, fomenta la paciencia y la concentración.
Ingredientes para cuatro personas.
Cortad en dados muy pequeños una zanahoria, una cebolla, un puerro, un troncho de apio y un nabo blanco (daikon). Echadlo en agua hirviendo junto con 150 gramos de arroz integral de grano corto, previamente lavado. Dejadlo a fuego lento entre una y dos horas, hasta que el arroz se ablande y el plato adquiera una consistencia de sopa cremosa (en los monasterios zen, lo dejan toda la noche en los fogones para que espese todavía más). Se sirve en cuencos individuales, junto a una botellita de salsa de soja y un bote de gomasio para que cada comensal le dé el punto final de salazón deseado
Ingredientes para cuatro personas.
Cortad en dados muy pequeños una zanahoria, una cebolla, un puerro, un troncho de apio y un nabo blanco (daikon). Echadlo en agua hirviendo junto con 150 gramos de arroz integral de grano corto, previamente lavado. Dejadlo a fuego lento entre una y dos horas, hasta que el arroz se ablande y el plato adquiera una consistencia de sopa cremosa (en los monasterios zen, lo dejan toda la noche en los fogones para que espese todavía más). Se sirve en cuencos individuales, junto a una botellita de salsa de soja y un bote de gomasio para que cada comensal le dé el punto final de salazón deseado
Mnnnnnnnnnnn tiene que estar rico, se parece a algunos caldo que me hago para el digestivo cuando necesito limpiarme, el cuerpo te lo pide, es muy sabio
ResponderEliminarRecuerda tambien a los retiros donde el comer se convierte en algo secundario
Felices sueños Angel
La versión nipona del tradicional puchero. Pero, eso sí, en vegetariano.
ResponderEliminarÉsta me la apunto, Angel.
ResponderEliminarEn efecto, se advierte su gran valor nutritivo tanto físico como espiritual...
Gracias por compartir tu conocimiento y un abrazo!
Muy rico y nutritivo ¡ummm! gracias.
ResponderEliminarAbrazos fraternales
Angel, gracias por esta receta, me llevo mi tazón de Guen-mai humeante y aromático.
ResponderEliminarCariños.
Gracias a todas. Efectivamente, como dice Arianna, en un retiro el alimento se convierte en algo secundario, por contra el acto de comer -concentrados y en absoluto silencio- es de una fuerte intensidad. Hace media hora que hemos estado preparando una gen-mai y pasta (helices) con sitake para una sesion que tenemos mañana. Un abrazo.
ResponderEliminarAngel soy de Argentina, como quieras ver, estoy tan lejos pero tan cerca con tus palabras acerca del guen mai, tu descripción es tan pura que hasta he visualizado la ceremonia.
ResponderEliminarTe saludo desde mi continente, un verdadero gusto conocer tu Blog. "L"
Hola "L". Un placer. Esta es una de las ventajas de Internet: diluye las fronteras. Me alegra que te haya gustado el blog. Un placer si disfrutas con su seguimiento. Respecto a la Guen-mai la consumo por dos razones: soy practicante zen y además me encanta.
ResponderEliminarUn abrazo.