Boca abajo, boca arriba, boca abajo, boca...

Un monje tenía siempre una taza de té al lado de su cama. Por la noche, antes de acostarse, la ponía boca abajo y, por la mañana, le daba la vuelta.
Cuando un novicio le preguntó perplejo acerca de esa costumbre, el monje explicó que cada noche vaciaba simbólicamente la taza de la vida, como signo de aceptación de su propia mortalidad.
El ritual le recordaba que aquel día había hecho cuanto debía y que, por tanto, estaba preparado en el caso de que le sorprendiera la muerte.
Y cada mañana ponía la taza boca arriba para aceptar el obsequio de un nuevo día.
El monje vivía la vida día a día, reconociendo cada amanecer que constituía un regalo maravilloso, pero también estaba preparado para abandonar esté mundo al final de cada jornada.”

Comentarios

  1. El amanacer es maravilloso si puedes detenerte a contemplarlo sin más...
    Dicho esto, miremos la vida real en cualquier ciudad.
    Muy buena idea lo de la taza.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tal vez para poder detenerse a contemplarlo sea suficiente el levantarse cinco minutos antes.
      Yo ya he comenzado a voltear la taza.

      Eliminar
  2. Sí, estoy de acuerdo...aunque aún así será contemplación 'estress'...pendiente de que no se pasen los cinco minutos...contemplación exprés...pendiente del reloj. Eso sí: mejor contemplación 'estrés/express' que 'ni mirar'. Me ha gustado tanto esta entrada que voy a buscarme una taza adecuada...

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Aka-tonbo (Libélula roja).

El árbol...